SOLEMNIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA: JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
26 de Diciembre de 2021
Celebrar la Sagrada Familia nos brinda profundas reflexiones, ya que todo ser humano nace en una familia, es decir, en un grupo de personas donde el niño vive sus primeras relaciones sociales y emocionales y recibe los cuidados necesarios para su supervivencia física y emocional. Además, esta es una familia especial porque dio origen y acogió al Niño Jesús, Hijo de Dios.
La primera lectura es del Eclesiástico (3, 3-7. 14-17). Este libro fue escrito en el siglo II a.C. y el autor recomienda al pueblo de Israel que, dada la influencia de la cultura helénica, intenten mantener su identidad cultural y religiosa, preservando así los valores tradicionales de la cultura judía; en el caso de este texto, el foco está en el respeto a la familia y la sabiduría de las personas mayores.
La palabra que se destaca es “honor” que significa “dar gran importancia a una persona”; en este caso, “honrar al padre ya la madre” equivale a glorificar a los padres, reconociendo su importancia como instrumentos de Dios, fuente de vida. Debido a este reconocimiento, debemos tratarlos con gratitud, apoyándolos en la vejez, cuando pierden su autonomía y capacidad productiva, necesitando asistencia y cuidados.
Aquí hay algunos puntos importantes para la reflexión: ¿Los tratamos con la debida gratitud? ¿O los dejamos de lado, en un segundo plano y sin la atención que merecen?
¿Es el capital de madurez y sabiduría en la vida que tienen las personas mayores, lo consideramos una riqueza o un estorbo para nuestra modernidad?
Les debemos a nuestros padres el regalo de nuestras vidas. A los niños que respetan a sus padres, el autor del Eclesiástico les promete una larga vida, alegría y las bendiciones de Dios.
En la segunda lectura (Col 3, 12-21), San Pablo escribe a los colosenses reafirmando uno de los principales preceptos del Evangelio, que es una vida centrada en el amor y la caridad. Las virtudes que resultan de esta postura son la humildad, la bondad, la mansedumbre y la paciencia; todos forman parte también de otros códigos éticos, pero en el cristianismo asumen un carácter especial, ya que revelan la relación íntima entre el hombre y Dios, la respuesta humana a la llamada divina. El perdón de las ofensas ajenas ocupa un lugar especial, como siempre lo hizo Cristo. Estas virtudes son exigencias y manifestaciones de la caridad, que es el más fundamental de los mandamientos cristianos.
São Paulo, además de exponer el ideal del comportamiento cristiano, concreta las relaciones familiares: las mujeres deben obedecer a sus maridos, pero a ellos les corresponde amarlos y tratarlos con bondad.
Los hijos deben obediencia a sus padres, quienes no deben maltratarlos hasta el punto de que caigan en el desánimo. Cabe señalar aquí que São Paulo expresa la sociedad patriarcal a la que pertenecía, proponiendo sumisión y obediencia por parte de mujeres y niños; pero, por otro lado, exige que los hombres amen a sus esposas y sean indulgentes con sus hijos. Lo importante es que São Paulo asigna responsabilidades a todos los miembros de la familia: maridos, esposas, padres e hijos. Depende de todos analizar cómo nos comportamos con los miembros de nuestra familia y si nos respetamos.
El evangelio de Lucas (2, 41-52) nos habla de la visita de Jesús, María y José a Jerusalén con motivo de la Pascua; después del final de las festividades, María y José iniciaron el viaje de regreso y no se dieron cuenta de que Jesús había permanecido en el Templo de Jerusalén. Estaban muy preocupados por la desaparición de Jesús y admirados cuando lo encontraron en el Templo, junto a los doctores de la ley, enseñando y respondiendo las preguntas que se le hacían.
María le pregunta sobre su desaparición y Jesús responde: “¿Por qué me buscas? ¿No sabías que debería estar en la casa de mi Padre?
María y José no comprenden las palabras de Jesús y la familia regresa a Nazaret, donde Jesús crece ante Dios y los hombres. En primer lugar, podemos señalar que Lucas nos muestra a la familia de Jesús viviendo y actuando como una familia cumpliendo con sus deberes, ya que participan de las festividades pascuales en Jerusalén, según la costumbre de su tiempo.
Ante la desaparición de Jesús, sus padres están muy preocupados y lo buscan continuamente, revelando actitudes y sentimientos propios de una familia que ama a su hijo y quiere quedarse con él. Pero el mensaje más importante de este pasaje es la respuesta de Jesús a sus padres: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabías que debería estar en la casa de mi Padre? Aquí tenemos la evidencia de que Jesús cumplió la voluntad de Dios Padre al enseñar en el Templo de Jerusalén; esta era su misión, aunque tenía que alejarse de su familia. Jesús, joven, ya comprendió su misión y actuó en armonía con ella.
Para María y José todo esto era un misterio, pero lo acogen en su corazón. Ciertamente esto implica fe, sabiduría y humildad porque aceptan y respetan el comportamiento de Jesús, siguiendo sus vidas con naturalidad. Por otro lado, vemos una familia que da espacio a la independencia de su hijo, lo que en consecuencia posibilita su desarrollo. Lucas nos dice al final del texto que Jesús creció en sabiduría y estatura ante Dios y los hombres.
Como reflexión final, pero no menos importante, podemos pensar y revisar nuestras relaciones familiares en el marco del mensaje de San Pablo, que es una vida centrada en el amor, en la caridad. De ella nace la experiencia de diversas virtudes como la mansedumbre, la bondad, la paciencia y, sobre todo, la experiencia del perdón dentro de nuestro entorno familiar, ya que además de mejorarnos y convertirnos en personas más dignas ante Dios, también posibilitamos el crecimiento de nuestra seres queridos, queridos. En un entorno respetuoso, acogedor y amoroso, ¡todos se benefician!
Reflejándonos en la Familia de Nazaret, nuestra misión es transformar a nuestras familias en un lugar de crecimiento y donde todos puedan buscar refugio, consuelo, comida, en resumen, ¡amor!
Sandra Yazaki