“EL PUEBLO QUE VIVÍA EN LA OSCURIDAD” VIO BROTAR LA ESPERANZA.

El Adviento es tiempo de espera. Generaciones enteras esperando la llegada del Mesías, como el agricultor que planta la semilla después de las lluvias y espera germinar. Los profetas ya habían anunciado la venida del Mesías.

Todas las naciones, jóvenes, mujeres, hombres, niños están esperando un nuevo tiempo. Viene como el sol que nasce en el horizonte, su resplandor ilumina los cuatro cuántos del mundo. “Como el sol sale de la aurora de María nacerá Aquel que convertirá la tierra seca en un jardín”.. Brotarán manantiales de agua corriente.

El tiempo de Adviento resuena el grito de los que esperan a la humanidad restaurada. “Maranatha”. “Ven, Señor Jesús”. Aparece como una gacela caminando por un cerrado. “De la tierra seca crece una flor”. Es la “Tienda” de Dios entre nosotros.

La liturgia de hoy es un camino, un método propuesto para preparar testigos del nacimiento del amado Hijo de Dios. El Mesías deseado. El encuentro de María con Isabel destaca la profunda conexión entre el ministerio de Juan y el de Jesús. María primera discípula: “Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le dijeron los profetas”. María se deja embarazar y la Palabra de Dios toma forma humana en el cuerpo sagrado de la joven que abrió su corazón para acoger la Vida Divina. Ella creyó y el “Verbo se hizo Carne”.

Del seno de María viene la salvación para todas las generaciones. Por tanto, la tenemos como madre de la humanidad. La nueva Eva que derrota al dragón. En el Evangelio de Lucas, el Espíritu Santo ilumina nuestro corazón y muestra la identidad de Jesús. El hijo de una mujer que se compadece de todas las personas. Como dijo San Agustín: “Oh perfecta hermosura”. Santa María Eugenia completa: “Ven tu Reino” de paz de justicia, ternura y amor sin límites. María e Isabel son generadoras de un nuevo “Tiempo”. Así dice el profeta Miqueas: “Se inaugurará un nuevo tiempo”, llegando con la participación de una mujer del pueblo, de un lugar llamado Nazaret.

En la primera lectura caminamos con el profeta Miqueas (Miqueas 5: 1-4a) y nos encontramos con alguien preocupado por el comportamiento rebelde del pueblo de Israel, elegido y preferido por Dios. El profeta viene con un mensaje de esperanza. Miqueas se remonta al siglo VIII a.C., una época en la que la población rural sufría bajo el poder de los grandes terratenientes. La disputa por el dominio del campo fue muy fuerte por parte de la burguesía dominante. Con eso creció la violencia, la presencia militar, la recaudación de impuestos, los robos, la esclavitud, la explotación, la injusticia hacia los pequeños; época de gran escasez para las poblaciones campesinas. Situación que continúa hasta el día de hoy como la codicia del poder económico.

En esta situación Miqueas anuncia la llegada del enviado de Dios; dar un nuevo aliento a las personas que sufren; anuncia la esperanza que llega como la “ligera brisa”. Dios es fiel a las promesas anunciadas por los profetas y profetisas. Ciertamente vendrá algo nuevo y la paz deseada ocupará su lugar con los que creen. El pacto de Dios no se romperá, porque Él es fiel y Su fidelidad es eterna.

 

El Salmo 79 presenta el grito contemplativo y confiado de las personas que creen en el Pastor que tiene “olor” de oveja e ilumina a los que están en tinieblas. “Ilumina tu rostro sobre nosotros, conviértenos para que seamos salvos”. Y así, la nación pecadora se da cuenta de sus fracasos y retoma la propuesta de salvación.

La segunda lectura (Hebreos 10: 5-10) toma la forma de una carta dirigida a una comunidad, en su mayoría de origen judío. En él se presenta a Jesús como sumo sacerdote de la Nueva y Eterna Alianza. El mediador entre Dios y el pueblo elegido. La carta muestra el punto central de la fe: Jesús es el verdadero sacerdote, el Hijo amado del Padre que vino a revelar el rostro materno y tierno de Dios, que quiere el bien de todas las naciones. El encuentro con el Señor se realiza a través de la experiencia del amor fraterno, el amor sin fronteras, el amor sin límites.

El texto evangélico de hoy (Lc 1,39-45) nos habla de la visita de María a su prima Isabel. Aunque son dos conocidos, por ser “primos”, en este encuentro descubren, en el otro, el misterio que aún no conocían y que los llenó de gran alegría. María canta, proclama la grandeza y las maravillas del Creador, descubre el misterio de Dios en la persona de Isabel y también en la historia de su pueblo. María e Isabel nos sorprenden con su sabiduría y testimonio de fe.

Ampliando nuestra reflexión: ¿Con qué palabras expresa María la presencia de Dios en su vida y en la vida de las personas? Digamos que, en el texto de Evangelista Lucas, están presentes las comunidades de su tiempo, repartidas por las ciudades del Imperio Romano. Para él, María es el espejo de la comunidad de fieles.

La visita de María a Isabel da una pista de cómo la presencia de Dios puede transformarse en acción en nuestro tiempo: servicio a los hermanos y hermanas necesitados de diferentes maneras. El Cántico de María evoca también una gran celebración, el clima litúrgico y festivo que las comunidades realizan para mantener su fe en Dios encarnado en la realidad humana.

María de Nazaré recorre más de 100 kilómetros para atender a su prima mayor, que también estaba embarazada. No había ni autobús ni tren, pero ella va. Cuando tienes una misión, tienes que estar en camino, incluso si el camino es largo y difícil. Quien profundiza en la Biblia, afirma que Isabel representa el Antiguo Testamento, que llega a su fin. Y María es la Novedad que comienza para toda la humanidad, el rostro de Dios revelado al pueblo de Israel. Dos mujeres y dos vidas en formación divina. El Espíritu Santo actuando en la historia, trayendo de vuelta la alianza rota. La fidelidad de dos mujeres recupera la Buena Nueva de un Dios que se hace niño para tocar corazones que se han perdido a lo largo de la historia. Es aquí donde todos debemos descubrir los signos del Reino de Dios. Reino escondido en toda persona que cree y vive su fe como testimonio.

El pronunciamiento de Isabel no se perdió con el tiempo. Y hoy es parte del salmo cantado y rezado en América Latina, el “Ave María”. “Feliz la que creyó, porque sucederá lo que le dijo el Señor”. Lucas transmite la noticia a las comunidades y a nosotros que creemos en el Verbo hecho carne. “Y la palabra se hizo Carne y habitó entre nosotros”. Palabra que genera nueva vida en el vientre de una virgen; representante de los pobres y abandonados que acogen con fe el mensaje de esperanza. Vivamos de esta luz que brilla en las tinieblas y aleja las tinieblas de la muerte. Los que creen afirman con fe: “ni la tribulación ni el hambre nos separarán del Amor de Dios”. El parto de una mujer es tan firme como una cascada que brota agua clara y fluida. Esto confirma lo que dijo María: “Hágase en mí según su Palabra”.

Hermana Maria Teixeira Filho, RA.

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