EL BUEN PASTOR Y EL LLAMADO A CUIDAR LA VIDA!
Propongo el tema del cuidado como clave de interpretación del mensaje de este Domingo Cuarto de Pascua, domingo del buen pastor.
Cuidado, cuidar, es preservar, guardar, conservar, asistir… El cuidado implica ayudarse a uno mismo o a otro ser vivo, tratar de incrementar su bienestar y evitar que sufra algún daño. Es lo que hace el pastor: acompaña a sus ovejas, está alerta en los peligros, se ocupa de conducirlas, de cuidar y proteger la vida, no solo de una oveja sino de todo el rebaño.
El Pastor es una figura presente en toda la Biblia, desde Génesis hasta el Apocalipsis (Gén 4:2; Apo 12:5). Grandes personajes bíblicos como Abrahán, Moisés y el rey David tuvieron este oficio. A Dios se lo compara con un pastor (Salmo 23:1-4; Isaías 40:10, 11).En tiempos de Jesús, el pastoreo seguía siendo común. Dijo de si “Yo soy el buen pastor” (Juan 10:2-4,11).
Primera Lectura (Hechos 4,8-12). Pedro invita a un paralítico a caminar en el nombre de Jesús. Interrogado por un tribunal sobre esta curación, Pedro proclama – lleno del Espíritu Santo – que no hay bajo el cielo ningún otro nombre que pueda salvarnos sino el nombre de Jesús.
Segunda Lectura (l Juan 3,1-2) Juan nos dice hoy que todas las riquezas de VIDA ya están presentes en la vida cotidiana. Cuando seamos atrapados en el auténtico movimiento del amor, romperemos nuestros límites y viviremos la misma vida de Dios: seremos realmente “hijos de Dios”.
Evangelio (Juan 10,11-18) Hoy Jesús nos trae esta Buena Noticia: “Yo soy el Buen Pastor”, el Pastor que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas. Abramos el oído, la mente y el corazón para escuchar su voz.
Para reflexionar leemos el mensaje del Papa para la 58 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones (Roma, San Juan de Letrán, 19 de marzo de 2021, Solemnidad de San José)
San José: el sueño de la vocación:
“Las vocaciones tienden a esto: a generar y regenerar la vida cada día. El Señor quiere forjar corazones de padres, corazones de madres; corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el fortalecimiento de la esperanza. Esto es lo que el sacerdocio y la vida consagrada necesitan, especialmente hoy, en tiempos marcados por la fragilidad y los sufrimientos causados también por la pandemia, que ha suscitado incertidumbre y miedo sobre el futuro y el mismo sentido de la vida. San José viene a nuestro encuentro… puede orientarnos en el camino.”
Cuidó de Jesús y de María como un pastor:
“Para San José el servicio, expresión concreta del don de sí mismo, no fue sólo un ideal elevado, sino que se convirtió en regla de vida cotidiana. Él se esforzó por encontrar y adaptar un lugar para que naciera Jesús, hizo lo posible por defenderlo de la furia de Herodes organizando un viaje repentino a Egipto, se apresuró a regresar a Jerusalén para buscar a Jesús cuando se había perdido y mantuvo a su familia con el fruto de su trabajo, incluso en tierra extranjera. En definitiva, se adaptó a las diversas circunstancias con la actitud de quien no se desanima si la vida no va como él quiere, con la disponibilidad de quien vive para servir. Con este espíritu, José emprendió los numerosos y a menudo inesperados viajes de su vida: de Nazaret a Belén para el censo, después a Egipto y de nuevo a Nazaret, y cada año a Jerusalén, con buena disposición para enfrentarse en cada ocasión a situaciones nuevas, sin quejarse de lo que ocurría, dispuesto a echar una mano para arreglar las cosas…”
A nosotras como educadoras, el papa Francisco nos invita “…a que se dialogue sobre el modo “en que estamos construyendo el futuro del planeta”…es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna”. Una alianza, explica Francisco, “entre los habitantes de la Tierra y la casa común, a la que debemos cuidado y respeto…”
Acojamos una vez más el llamado a cuidar la vida!