Somos templo de la Santísima Trinidad
Después de la Solemnidad de Pentecostés celebramos, este domingo, la Santísima Trinidad. Hoy se celebra el amor. El amor del Padre, del Hijo Jesús que se manifiesta en nosotros, por medio del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo quien nos hace sentir la grandeza del amor de Dios por nosotros.
La primera lectura (Prov. 8, 22-31) aparece como un poema y lo que destaca es la sabiduría, cuyo origen viene del mismo Dios. El libro es fruto de la experiencia de sabios que escriben consejos para vivir bien. El presente texto puede fecharse entre el siglo IV o III a. Trae la reflexión sobre el surgimiento de la sabiduría y su lugar en el plan de Dios, siendo la primera entre todas las obras del Creador. Ha sido una presencia constante desde el comienzo de la humanidad y muestra a todos los seres humanos el amor del Padre Creador.
Para descubrir el amor de Dios, basta contemplar la naturaleza, el mundo, la armonía que existe en todo lo creado por su bondad. ¿Te dejas tocar por Dios cuando contemplas la creación? ¿Ves allí la bondad y tu amor por nosotros, tus hijos e hijas?
En la segunda lectura (Rom 5, 1-5) vemos a Pablo dirigiéndose a los romanos cuando está concluyendo su tercer viaje misionero y está listo para ir a Jerusalén. Esta carta fue escrita alrededor del año 57/58. Enfatiza la fuerza que tiene el Evangelio para reunir y que es salvación para todo aquel que cree, sea griego, judío, romano o griego. Pablo dice que todos estos hermanos en la fe fueron justificados por la fe. Significa que el amor de Dios se manifiesta a todos y en todo momento, incluso cuando no se actúa correctamente. Lo que sobresale en esta situación no es la condenación, sino el amor, la misericordia y la bondad de Dios. Es su gracia que libera y salva a una persona libre de pecado.
La salvación, que es don de Dios, genera frutos de paz, esperanza y amor. Como cristianos, no podemos tener dudas del amor que Dios nos tiene, que nunca se da por vencido con nosotros, siempre saliendo a nuestro encuentro, llenándonos de dones que no siempre somos merecedores. Para realizar este amor por nosotros, Dios envía a Jesucristo, su Hijo, con el Espíritu Santo.
Se advierte, sin embargo, que no pocas personas son indiferentes a Dios, no creyendo en su presencia activa en todo. Afortunadamente, siempre hay un momento para el cambio, para el redescubrimiento de un Dios que ama, que cuida, que muestra el camino, que es una presencia viva.
En el Evangelio (Jn 16,12-15), identificamos el discurso de despedida de Jesús en la Última Cena. Es hora de testimoniarla y vivirla con la colaboración del Espíritu, que dará el apoyo necesario en caso de persecución. Es el Espíritu quien ayudará al grupo a ser capaz de afrontar los desafíos y responder a todas las situaciones, teniendo como referencia el mensaje del Resucitado. El Espíritu tendrá la misión de hacer realidad en la historia la comunión entre los discípulos y Jesús. de la humanidad. .
Al final de este pasaje podemos percibir la comunión entre el Padre y el Hijo, signo de la unidad entre el Padre con su proyecto salvífico y la realización del mismo en Jesús y que por la acción del Espíritu Santo se realiza en la vida de la Iglesia.
Celebrar la Santísima Trinidad es contemplar a un Dios que es comunidad y amor. Es en el imperfecto modo de ser que está presente Dios amor, Dios familia, Dios comunidad. Cuando recordamos y hablamos de una familia de Dios, significa que vemos allí personas diferentes, distintas, pero unidas, tenemos entonces el compromiso de vivir en una comunidad de fe y que aunque somos diferentes, todos somos hijos. e hijas de Dios y llamadas a construir una unidad.
Jesús destaca un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, una comunidad de amor donde Dios es el único, pero no está solo, no es un ser solitario, porque es más comunión y relación, amor verdadero, retrato de un Dios que es amor y que es comunidad?
Al hacer la señal de la cruz, invocamos a esta Santísima Trinidad que nos llama a vivir cada día como cristianos, siempre conectados en el seguimiento de Jesús. Y vivir en comunión con Dios es una llamada a reflejar con todos esta acción, una misión que en la comunión tiene una causa específica: El Reino de Dios.
Es el Espíritu Santo quien nos conduce a una experiencia de comunión con Dios y con los hermanos, comunión que se realiza en la vida de la gracia. Poseemos la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo. Esto es lo que encontramos en la carta de San Pablo a los Corintios. Que dejemos que el misterio de la Santísima Trinidad acontezca en nuestro ser, permitiendo que la gracia de Dios penetre en nuestra vida, practicando el amor de Dios, conduciendo con ello a una verdadera comunión. Es la acción del Espíritu de Dios, porque nada podemos hacer sin Dios, a través de su Espíritu Santo que puede actuar en nuestra vida.
Tenemos en nosotros, desde nuestro bautismo, el reflejo de la Santísima Trinidad. Somos el Templo de la Trinidad, porque allí recibimos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. El Padre, Creador de todo y que nos dio la vida, está en nosotros, el Hijo a quien debemos seguir e imitar y el Espíritu que es fuente de luz y fuerza. Estamos, pues, invitados a renovar siempre nuestro bautismo, siendo signo de vida y de esperanza allí donde vivimos, en una sociedad donde poco vale ser comunidad, vivir en comunión y creer en la justicia y en la vida.
Que la Santísima Trinidad nos inspire siempre a ser una comunidad de amor. ¡Que ella nos enseñe a crecer en la reconciliación, el amor y la unidad en la diversidad!