¡ÉL VIVE! ¡ÉL ES DIOS Y SEÑOR POR SIEMPRE!
Domingo de Pascua por la tarde. Ciertamente, al final de este día, el primero de la semana, después de los últimos eventos con Jesús de Nazaret, los espíritus de los discípulos de Jesús estarían muy conmovidos. Vieron de cerca cómo Jesús terminó su vida en la tierra. La misericordia ilimitada, terminando así, ¿cómo sería entonces nuestro fin? Después de vivir una profunda experiencia comunitaria y fraterna, después de presenciar tantos SIGNOS de VIDA, era imposible imaginar a Jesús en una CRUZ y menos aún la dispersión del discipulado. Por eso sus puertas estaban cerradas, por miedo a los judíos. Nos hace pensar en nuestros cierres, cierres en nosotros mismos.
En la primera lectura, (hechos 4, 32-35) la comunidad quiere ser una comunidad comprometida con el proyecto propuesto por Jesús. Anteriormente, esta comunidad tenía problemas: falta de claridad y transparencia en el uso de los bienes. Ahora serán más exigentes con sus miembros.
El texto narra el ideal de la comunidad de los primeros cristianos: asiduos en la oración, experimentando el compartir, corrección fraterna, ayudando unos a otros. Y sediento de aprender las enseñanzas de Jesús de Nazaret, ahora el Cristo. La experiencia de la FE en Cristo Jesús, provocó en ellos una nueva forma de vida, muy diferente a la experiencia de otros grupos religiosos de la época de Jesús.
En la segunda lectura, (1Jn 5,1-6) leemos un texto de la 1ª Carta de Juan, a partir de ese 2º domingo y después del tiempo pascual, continuaremos con vuestra lectura. Esta carta insiste en la experiencia de la fe en Jesucristo y en el amor fraterno, marca significativa de las primeras comunidades. Amar como amó Jesús tiene consecuencias. La carta de Juan recuerda en qué consiste el AMOR: guardar los mandamientos. Lo recuerda refiriéndose a Moisés: “Los preceptos de la Antigua Alianza no son difíciles. Son para ayudarnos a hacer el bien, a vivir como hermanos“.
El Evangelio de Juan (20, 19-31) narra una de las apariciones del Resucitado a la comunidad. Los discípulos tienen sus puertas cerradas, tienen miedo de los judíos, pero no solo de los judíos. Tu fe aún necesita fortalecerse. Todavía es una comunidad muy frágil.
Podemos reflejar este texto dividiéndolo en dos momentos. La comunidad se reunió sin Tomás y ocho días después, la misma comunidad se reunió, pero ahora con su presencia. Con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos, creo. Después de lo que le pasó a Jesús, todo cuidado es poco cuidado. Si el Mestre Jesús fue tratado con tanta crueldad, ¿qué pasará con nosotros, simples pescadores, recaudadores de impuestos, de poco conocimiento intelectual, acostumbrados a las tareas del hogar? No era un miedo imaginario, era un miedo real y concreto.
De repente entra Jesús, se para en medio de ellos con este hermoso saludo: “LA PAZ SEA CON USTEDES“. Les saluda y les muestra las manos y el costado, como diciendo: Yo soy el mismo Jesús que vivió contigo estos tres años, que caminó contigo y formamos una comunidad de hermanos para vivir en la justicia, en el amor, en la fraternidad. .
Después de desearles paz, Jesús sopló sobre ellos diciendo: Reciban el Espíritu Santo. Este gesto de soplar sobre ellos nos hace pensar en la creación del ser humano. Dios crea al ser humano y lo sopla, lo llama a la vida.
Ocho días después, nuevamente con puertas cerradas Y esta vez Tomás estuvo presente. Jesús entra, se coloca entre ellos con el mismo saludo. “La paz sea contigo” y luego le dijo a Tomás: “Tomás pon tu dedo aquí, mira mis manos. Extiende tu mano y colócala en mi costado, no seas tan incrédulo, ten fe“. De ahí la hermosa profesión de Tomás de Fe. “Mi Señor y mi Dios. Creo, pero necesito tener más fe“. Jesús se presenta a Tomás en medio de la COMUNIDAD.
Jesús dijo: “YO SOY, no temas“. Él se refiere al YO SOY, un nombre que identifica a DIOS, especialmente en el libro del Éxodo. El discipulado de Jesús es un testigo ocular de los eventos, y ellos son los únicos que dará testimonio de Jesús en todo el mundo. Jesús insiste: no temas, YO SOY estoy contigo.
Hoy estamos llamados a dar testimonio de que Él está vivo entre nosotros, fortaleciendo nuestra fe, nuestra comunión y nuestra fraternidad. ¡ÉL VIVE! Él es Dios y Señor por siempre. ¡AMÉN!
