Adviento: tiempo de reconocer al que viene.
Comenzamos el tiempo de Adviento y con él el nuevo Año Litúrgico. Este será el año C y vamos a rezar con el evangelio de San Lucas. Adviento: tiempo propicio para la reflexión, la oración, el discernimiento y la conversión, pero también para los gestos concretos de solidaridad, de atención a los deseos del Padre, tiempo para redescubrir el lugar de Cristo y su centralidad en la historia de la Salvación.
El primer domingo, como es tradición, encendemos la primera vela de la corona de Adviento para recordar a los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob y representar la luz que viene a iluminar a todos. Es una invitación a percibir los signos de la manifestación de Dios en el presente de nuestra historia.
La palabra “Adviento” significa “por venir”. El Adviento tiene su origen entre los siglos IV y VII, propuesto como tiempo de preparación para la Navidad. La palabra ejemplo de las seis semanas cuaresmal, tiene un carácter ascético, con la propuesta del ayuno y la abstinencia, especialmente en Francia y España a finales del siglo VI. En el siglo VII en Roma, el Adviento se celebraba cinco domingos, con énfasis en la segunda venida del Señor.
Con la reforma litúrgica, el Adviento comenzó a contemplar dos aspectos: la venida definitiva del Señor y la preparación para la Navidad. Como Iglesia, se llegó a la conclusión de que era imposible celebrar la liturgia sin tener en cuenta la dimensión escatológica.
La primera lectura del profeta Jeremías (Jer 33, 5-6), se refiere al año 587 aC, reinado de Sedequías, cuando Jeremías está en la cárcel, acusado de traición. La gente está desesperada y sufriendo. En dos versículos, la palabra “justicia” aparece tres veces. Esto se debe a que, hablando en nombre de Dios, el profeta proclama un nuevo tiempo en el que Dios promete un futuro de justicia, seguridad y salvación. Hoy somos nosotros los que nos comprometemos a transformar la realidad, depurando nuestra forma de ser para que no impida la plena realización del derecho y la justicia en la tierra.
En la segunda lectura (1 Ts 3,12-4,2), Pablo invita a la comunidad a prepararse para la venida del Señor, dejando el consuelo y la mediocridad que es el camino para vivir el amor. Esta comunidad cristiana fue fundada por Silvano, Timoteo y Pablo alrededor del año 50. La actividad misionera en esta realidad fue muy exitosa ya pesar de sufrir persecución y prueba, los cristianos continuaron dando testimonio de fe, esperanza y amor. La última palabra es progresar siempre, es decir, continuar el camino basado siempre en el amor. Aprendemos que nunca debemos estacionarnos, pensando que hemos hecho lo suficiente para construir el reino de Dios.
En el Salmo vemos dos peticiones al Padre; el primero para mostrarnos sus caminos y el segundo, el perdón de nuestra culpa, demostrando nuestra debilidad y necesidad de la gracia de Dios en nuestras vidas.
El Evangelio de Lucas (Lc 21,25-28,34-36), de contenido apocalíptico, está escrito alrededor del año 85-95 d.C. El autor vivió lo que anunció. Jerusalén, en el año 70 d. C., fue saqueada e incendiada por Tito y las legiones romanas. informa lo último día de Jesús después de la entrada triunfal en Jerusalén, tiempo de persecución y martirio.
Es un discurso que habla de escatología, un estudio del fin de los tiempos. Jesús describe las señales cósmicas que marcarán la llegada del Mesías. La esperanza debe ser la marca, ya que no indica el fin de los tiempos, sino el gran cambio que tendrá lugar con la resurrección de Jesús en la vida de todos. Invita a los cristianos a despertar, anunciando una nueva era en la que se anuncian las buenas nuevas.
El Señor está siempre entre nosotros y el Adviento nos invita a reconocerlo hoy en los signos del tiempo: en el bien que se hace, en la vida que se conserva, en la luz en medio de tantas tinieblas y sombras. El Adviento no es esperar al Señor, porque Él está siempre con nosotros, sino reconocerlo. San Pablo y San Lucas nos dan la pista: el amor es la clave, en la aceptación de las diferencias y el respeto. Jesús vino y está con nosotros, ya que es la encarnación del amor. San Lucas invita al cristiano a despertar “Levántate, levanta la cabeza, tu liberación está cerca”. Para nosotros significa confianza, ánimo y despertar la esperanza. Significa la liberación de los poderes opresores que matan, oprimen y hacen imposible el trabajo, la vivienda, la salud, la educación. Tenemos que confiar en que esta triste realidad llegará a su fin.
A nivel personal, cada uno está invitado al alegre desapego, como dice Santa María Eugenia. Significa dejar ir lo que impide al otro crecer, ser feliz, ser persona. Es dejar ir toda arrogancia, autosuficiencia, superficialidad. Dejo también lo superfluo en el sentido material: ropa u objetos que abarrotan el armario, basura para mí, pero que para la otra persona es de gran utilidad. ¿Qué tal ir allí ahora y enviar todo a quienes realmente lo necesitan?
En este Adviento, todos están llamados a rehacerse, aprovechar la oportunidad de hacerse del cero lo que no construyen y empezar de cero. Revise las rutinas, a menudo sin sentido. Usemos la creatividad e innovemos, rescatando lo nuevo con valentía y sin miedo de ser felices y de hacer feliz también al otro ¿Tienes el coraje de prepararte para reconocer al Señor?
¡Los brazos cruzados no es una actitud de espera! Presta atención a reconocerlo en los signos, en el rostro de la hermana, en el llanto diario de las víctimas. Está claro que este Reino esperado ya está sucediendo, pero que aún se está construyendo, dependiendo del testimonio de cada uno. ¿Vamos juntos?