¡HA RESUCITADO Y ESTÁ EN MEDIO DE NOSOTROS!

¡Cristo ha resucitado, Él está entre nosotros! Jesús no está en la tumba vacía. Nosotros también hemos resucitado a una nueva vida. Esta victoria es de todos y se concretará cuando cada uno tenga su lugar.

La primera lectura es del Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 10:34 a 37-43). Es importante recordar que este libro fue atribuido a Lucas, escrito alrededor de los años 80-90, cuando la Iglesia ya estaba más organizada. Por otro lado, se percibía el surgimiento de otras doctrinas que se alejaban del significado de la palabra “cristiano”. Existía la dificultad de percibir lo que era o no era cristianismo. Para Lucas, la verdadera Iglesia proviene de la Palabra de Dios, es anunciada por los apóstoles e inspirada por el Espíritu Santo, y todos, sin excepción, están incluidos. Este es el contexto en el que Lucas trae el testimonio de Pedro, que tiene lugar en casa de Cornelio, un centurión romano. Él y su familia son bautizados mostrando así que la salvación es para todos. Aprendemos también que la resurrección es posible cuando se hace un esfuerzo por vencer el lado egoísta e injusto de cada persona.

Dondequiera que se proclama la Palabra, la Iglesia-Pueblo de Dios va surgiendo en los lugares más remotos, en las periferias, en las grandes ciudades e incluso donde hay paganos. Dios no limita el territorio, es para todos.

El salmo meditativo (118,1-2,13-24) nos fortalece y señala la inmensa misericordia de Dios. Jesús fue ciertamente la piedra rechazada, pero Dios, a través de la resurrección, lo convirtió en la piedra angular.

¿Se te ha ocurrido alguna vez pensar o recordar que nosotros también rechazamos a las personas, y que ellas también pueden sentirse rechazadas o incluso devaluadas? Busca estas situaciones en tu vida, toma conciencia, sal al encuentro de las personas y sé también signo de resurrección.

En la segunda lectura (Cl3, 1-4) vemos que practicar la resurrección es también resucitar con Cristo. ¿Y cómo hacer esto? ¿Cómo quiero vivir y hacer para resucitar? Por amor, humildad, solidaridad. Pablo afirma que la resurrección ya es una realidad entre los cristianos, pues todos han resucitado. A través del Bautismo, donde hay mucho tránsito, experimentamos la Pascua. Es la transformación de una experiencia aburrida y egocéntrica en algo más dinámico y solidario. “Buscar las cosas desde arriba” es buscar vivir hacia el otro, en solidaridad; es un compromiso de luchar por un mundo diferente y humanizado.

En el Evangelio de Juan (Jn 20, 13-16), María Magdalena va muy temprano al sepulcro, la primera mujer en buscar y encontrar al Resucitado. Todos los evangelios informan de esta verdad (Mt 28,9-10; Mc 16,9; Lc 24,4-11). Jesús elige mostrar que estaba vivo a aquellos que estaban al margen y que no tenían credibilidad. Vale la pena reflexionar sobre esto: los prejuicios presentes aún hoy hacen imposible vislumbrar los signos de la resurrección. ¿Estás de acuerdo en que aún hoy los prejuicios son obstáculos para descubrir y visualizar a Cristo Resucitado? ¿Cuáles son tus prejuicios? Jesús no está en la tumba, está vivo. Siempre decimos en la Misa: “Él está entre nosotros”. Amó tanto y por eso está vivo, mezclado con nosotros.

Desear Felices Pascuas es también ver a Jesús en el rostro de los que están solos, de los que están en las aceras, de los que tienen hambre. Cuando no nos damos por vencidos con el otro, es decir, cuando luchamos con valentía, con esperanza, aún ante tanta desigualdad, hacemos posible la Semana Santa. Jesús está vivo en el deseo de acoger al otro, sacándolo de las situaciones de falta de vida. Jesús está entre nosotros cuando tenemos actitudes de compartir, de acoger, cuando vamos más allá de las fronteras geográficas hacia los más pobres que no tienen vivienda digna, alimentación, vestido, trabajo, dignidad. ¿Conoces a alguien que no tenga acceso a tierra, comida, agua potable, gas? Increíble, muchos no lo sabemos, pero estas situaciones existen. ¿No puedes realmente hacer algo por ellos y ellas?

En este tiempo de Cuaresma, en preparación a la Pascua, hemos tenido la oportunidad de rezar, de meditar sobre nuestro compromiso con Cristo resucitado que se revela en el compromiso con el otro. Ahí es donde radica la verdadera alegría de la Pascua. Sobre esto dice Santa María Eugenia “La resurrección del Señor, y la nuestra como consecuencia, es el gran misterio de la fe. (…) Aún hoy, no todo es alegría para la Iglesia. Pero es una alegría parcial. Muchos aún no se han acercado a los sacramentos e incluso en algunos que lo hacen, no hay un compromiso real… No debemos limitarnos a desear la conversión de los demás, sino buscar realizar la nuestra”. (febrero de 1877).

Cuando nos convertimos, somos signo de resurrección y Jesús resucita cuando dejamos nuestra indiferencia, nuestro miedo, nuestro consuelo y, como María Magdalena, vamos al encuentro de Jesús. Hacemos esto, saliendo de la muerte, dando vida a aquellos que no tienen nada y que son nuestros hermanos y hermanas. Resucitamos cuando nos unimos a los “discípulos y discípulas” y enfrentamos el desafío de lo que mata a los negros, a los yanomamis, a las mujeres víctimas de feminicidios y a quienes pertenecen al grupo LGBTQIA+, sin mencionar a los hermanos y hermanas que viven en las calles y tantos otros.

Siempre es tiempo de despertar, de anunciar, de recibir la misión y de ser portador de buenas noticias. Es necesario resistir, llevar la esperanza y el amor que se materializa en alguna acción concreta a favor de los pequeños. Nunca solos, actuemos como María Magdalena que llamó a los discípulos y, como comunidad, salió a testimoniar y anunciar la vida y el amor.

Afortunadamente, hay sí, muchos signos de resurrección entre nosotros. ¡Aleluya! Prosigamos, pues, y hagamos crecer cada vez más la presencia del Resucitado entre nosotros. ¿Vamos juntos?


Ir. Maristela Correia Costa RA – São Paulo-SP


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