“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emanuel”
La iglesia utiliza signos que nos ayudan a vivir este tiempo tan especial, Tiempo de Adviento. Unos de estos Signos, por ejemplo, es el color morado, este significa austeridad y evoca sentido de penitencia. Los signos son señales, con indicaciones concretas y directas, es decir nos brindan información precisa de lo debemos hacer. En las lecturas propuestas para este Cuarto Domingo de Adviento vamos a ver y reflexionar sobre las señales que nos indican la pronta llegada del Salvador.
En la primera lectura (Isaías 7, 10-14), encontramos Acaz, rey de Judá. Su reino estaba amenazado por una alianza entre el rey de Damasco y el rey de Israel. Buscará su salvación haciéndose súbdito de los asirios, esto significaba adorar a otros dioses. El profeta Isaías teme que el reino de Judá, sea destruido. El profeta pide al rey a que ponga su esperanza en la fidelidad al Señor y le ofrece un signo, de parte de Dios, para que crea en su protección. Pero Acaz lo rechaza porque no quiere cambiar sus planes. Cuando se recibe una señal de Dios, implica seguir esa indicación, cambiar los planes y el camino, pero sobre todo significa confiar en la fidelidad del Señor.
A pesar de que Acaz no quiere ningún signo, el Señor por cuenta propia les da una señal anunciando la llega del “Dios-con-nosotros”. Dios pasa por nuestra vida para transformarla, respetando nuestra libertad, es decir, recibimos las señales, pero queda en la libertad de cada uno seguirla o no. Acaz decidió no recibir el signo ofrecido por Isaías. ¿Nosotros que haremos?, ¿Qué señal estamos recibiendo? ¿Qué planes nos pide que cambiar? ¿Nuestro proyecto coincide con el proyecto de Dios?
En la primera lectura encontramos a Isaías donde nos ofrece la señal de la llegada eminente del “Dios-con-nosotros”. En la segunda lectura, de la Carta a los Romanos (1,1-7), Pablo nos revela mayor información de la señal. Nos confirma que es el hijo de Dios, pero, también nos dice que es Cristo, el Mesías, señalando la función del Señor, como Salvador.
A contra posición de Acaz, Pablo inicia la carta llamándose así mismo siervo de Cristo Jesús. Para entender un poco más, pongamos en contexto la palabra siervo, que para la época significaba esclavo, los cuales eran vendidos como animales o utilizados como moneda de cambio, por esto no tenían derechos, ni libertades. Pablo tiene un encuentro con Jesús que transforma su vida de manera sustancial, por lo que cae rendido a los pies del Señor impulsado por el amor y la gratitud, ahora le pertenece a Él. Creo que el apóstol además de ampliarnos la señal, nos indica cómo debemos actuar, como debe ser nuestra relación con Jesús y nos muestra como Cristo Jesús cambia nuestros planes. Pablo pasa de perseguir a los cristianos a ser el apóstol llamado para anunciar el evangelio y vemos al siervo (Pablo) cumplir un papel fundamental.
En el Evangelio de hoy es del evangelista Mateo (1, 18-24). El texto pareciera tener dos partes. La primera donde el evangelista quiere dejar claro como fue el origen de Jesús y el contexto. Se preocupa por nombrar a los personajes del hecho; María y José, los identifican con el nombre y los caracteriza. María una joven, virgen, que está encinta por obra del Espíritu Santo y José, su esposo, (descendiente del rey David), hombre justo. La intención es demostrar cómo se cumplen las Sagradas Escrituras.
La segunda parte, se centra en José, que, aunque es un hombre justo, no entiende lo que está pasando y decide abandonar a María. El texto dice que cuando José dormía, el momento menos pensado, se le aparece un ángel del Señor que le dice “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”. En estas palabras José encuentra respuestas a su dilema. El sueño era la señal que hace cambiar el rumbo de su vida. El ángel también le recuerda la profecía: “Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”. Mateo finaliza de manera contundente; “cuando José despertó, HIZO lo que el ángel le había mandado”.
Cuando las señales son tan determinantes solo nos restan hacer lo mismos que Pablo y José, dejar nuestros planes y caer rendidos ante el Dios que ya está en y entre nosotros. Santa María Eugenia propone al cristiano una forma de relectura “¿En qué medida, en este tiempo de adviento, nos acercamos a Nuestro Señor? […] ¿En qué medida nos ha comunicado su Espíritu, espíritu de pequeñez, de humildad, de ofrenda, de adoración y de oración? ¿Hasta qué punto su vida nos ha comunicado?” La oración, en todas sus formas, pero sobre todo la meditación y la contemplación, son caminos a los que estamos invitados a renovarnos durante el Adviento, para dar cabida a Dios en nuestra vida, siguiendo el ejemplo de la Virgen María.
La iglesia es hace hincapié que este tiempo es de espera, de preparación y reflexión para vivir con alegría y plenitud la llega del Mesías.
Giselle Barzola Laica Asunción Juntos
La Rioja Argentina