LA PALABRA DE DIOS ROMPE FRONTERAS
Donde se vive la Palabra de Dios, siempre hay motivo para celebrar. Brota la alegría, porque los límites se rompen con la presencia de Jesús Resucitado. “Alégrate” porque la vida ganó”!
La comunidad que se deja guiar por el soplo del Espíritu da testimonio del anuncio de la Buena Noticia que el Maestro anuncia a través de la Palabra que viene de Dios. La esperanza confirma a los que creen en ella. La liturgia del VI domingo de Pascua es el anuncio de la venida del Espíritu Santo prometida por Jesús en conversaciones con los discípulos. El Espíritu viene a hacer un cambio radical en la vida de la comunidad primitiva. Continúa, aún hoy, invitándonos a entrar en esta dinámica que renueva el corazón. El consolador rompe con la tristeza que se apoderó de la primera comunidad. Nació del contacto diario con Mestre Jesús de Nazaré.
La primera lectura es de los Hechos de los Apóstoles (8, 5-8, 14-17) Con Felipe, la Palabra rompe las fronteras geográficas y religiosas del judaísmo, llegando a la región de los samaritanos que los judíos calificaban de herejes. Una vez más nos encontramos ante un episodio que marcó la presencia del Resucitado. Todos los pueblos están llamados a dar testimonio de la acción liberadora de Jesús, que llega hasta los confines del mundo. Dios ha venido a todas las razas y naciones. Felipe se dio cuenta de que el Espíritu estaba presente en ese momento y no dudó en dar la oportunidad de evangelizar al pueblo de Samaria. El cambio vino pronto y los que estaban parados comenzaron a caminar. El espíritu maligno fue ahuyentado, para dejar lugar al Espíritu bueno. La comunidad dio un salto positivo, la alegría se apoderó de la Ciudad. La gran familia de Dios manifestó su fe revelando la presencia del Resucitado. Fue tan hermoso que los apóstoles que estaban en Jerusalén se unieron a los de Samaria y, en comunidad, celebraron la presencia del Espíritu Santo.
Esta primera lectura de los Hechos de los Apóstoles narra también el inicio de la misión evangelizadora fuera de Jerusalén.
El Salmo Responsorial (Salmo 65) convoca a toda la tierra ya sus habitantes a unirse en una gran aclamación de fe y anunciar la grandeza de Dios. Poner tu voz al servicio del anuncio de la Buena Noticia que Jesús vino a anunciar es un llamado para nosotros. La asamblea, reunida en una sola fe, es convocada a cantar el estribillo: “Clamad al Señor Dios, toda la tierra, cantad salmos a su glorioso nombre. ”
La segunda lectura, de la primera Carta de San Pedro (I Pe 3,15-18), es una catequesis dada con firmeza y con un método esclarecedor sobre cómo vivir frente a las dificultades que ofrece el mundo. La razón de esto es la esperanza, con un corazón santificado por Jesús resucitado. El cristiano está llamado a actuar diferente del mundo que predica la injusticia y la ambición. Pedro da consejos sobre cómo llevar a cabo la misión evangelizadora. La mansedumbre, el respeto y la buena conciencia son actitudes necesarias para que la enseñanza de las Escrituras llegue al corazón de quien escucha. Por tanto, la Palabra de Dios sólo penetra en el corazón del que la recibe. Si hay escucha, habrá aceptación de la misión y podrás transmitir con firmeza lo que vive en tu corazón. Pedro se da cuenta de que el discípulo tiene mucho que aprender para que la Palabra entre en los corazones, derribando barreras y quitando obstáculos del camino. Aún frente a la persecución en diferentes contextos, es necesario cultivar la certeza de que Jesús, el gran Maestro de la humanidad, dejó al Espíritu Santo para iluminar los momentos de oscuridad que puedan surgir en el mundo que habitamos. La lectura exhorta al cristiano a practicar la no violencia. Lo mejor es hacer el bien, como Jesús que sufrió el martirio por su forma de vida.
El Evangelio de Juan (Jn 14, 15-21) recuerda los momentos en que Jesús hablaba con las mujeres y los hombres que lo acompañaban y estaban en las celebraciones. Eran pautas dadas en la intimidad de las comunidades para cada uno de los presentes. Por lo general, había algo para comer. Conversaciones relajadas, pero llenas de contenido catequético. Jesús habla claramente de cómo deben tener en cuenta las mujeres y los hombres en sus prácticas cotidianas.
Es con la práctica, con la experiencia que se revela lo que tenemos y somos. Jesús pone una condición, es decir, da una pista para confirmar nuestra adhesión al proyecto que nos dejó. El que ama guarda lo dicho por el amado. Jesús continúa preocupándose por a quién ama. Además, cumple su promesa de enviar el Espíritu Santo para guiarnos por el camino de la vida. La ternura de Jesús hacia la humanidad se revela en la presencia y actividad de su Espíritu Santificador. El mundo de los impíos es incapaz de recibir el Paráclito. El mundo de los malvados “ni ve ni sabe”. Pero, Jesús dice que, mujeres y hombres que llevan la PALABRA en su corazón, Él permanece unido dentro de ellos y todavía dice que no los abandonará.
Esta es una de las lecturas clave del texto. Quien alimenta su fe lleva consigo la certeza de la presencia alentadora, creadora y consoladora de nuestro Hermano Mayor. Jesús es el mediador entre Dios Padre y la humanidad: “No os dejaré huérfanos”, desamparados. El mundo de la mentira, que predica la injusticia y explota a los pobres, no conoce al Hijo de Dios. El amor hacia Dios está lejos de aquellos que no aman a su prójimo. El amor de Dios es el termómetro que mide el amor que pasa por el corazón de quien conoce a Dios. “El que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”. Jesús expresa la manera de relacionarse con las personas. Una relación que culmina en el diálogo, conversación entre amigos que tienen la capacidad de mirarse profundamente a los ojos, reconociendo lo bueno de la otra persona.
Jesús comparte su historia de vida para que aprendamos el secreto de la comunión que se debe cultivar a lo largo de la vida. Jesús nos envía el Espíritu, que transforma nuestro interior, suscitando palabras de consuelo para nosotros y para la comunidad. Para el Espíritu no hay fronteras ni barreras. Dejémonos guiar por el Espíritu y el mundo será aún mejor. “Donde está tu palabra, allí está tu corazón”.
Ir. María Teixeira Filho, RA