TRANSFIGURAR PARA TRANSFORMAR
Profundicemos los textos de este domingo a partir de la palabra “Transfiguración”, iluminemos por lecturas. A partir de ahí, interprete nuestra misión y la intuición de Santa Maria Eugenia.
Se ha dicho que la mayor tragedia de la humanidad es que “quien reza no hace revolución, y quién hace la revolución no reza”. La verdad es que hay quienes buscan a Dios sin preocuparse por buscar un mundo mejor y más humano y hay quienes se esfuerzan por construir una tierra nueva sin Dios.
Algunos buscan a Dios sin un mundo, otros buscan el mundo sin Dios. Algunos creen que pueden ser fieles a Dios sin preocuparse por la tierra, otros creen que pueden ser fieles a la tierra sin abrirle a Dios.
En Jesús, esta disociación no es posible. Nunca habla de Dios sin preocuparse por el mundo, y nunca habla del mundo sin el horizonte de Dios. La posición del creyente debe ser: solo aquellos que aman a la tierra y a Dios de la misma manera pueden creer en el reino de Dios.
En el paso de la transfiguración, vemos a Jesús llevando a sus discípulos a un “Alto Monte”, un lugar por excelencia de reunirse con Dios. Allí vivirán una experiencia religiosa que los sumergirá en el misterio de Jesús. La reacción de Peter es explicable: “¡Me alegro de estar aquí! Hagamos tres carpas … “. Peter quiere detener el tiempo, estableciéndose cómodamente en la experiencia de la religión, huyendo de la tierra. Pero Jesús los hará bajar de la montaña a la obra diaria de la vida y los discípulos tendrán que entender que la apertura al Dios trascendente nunca puede ser un escape del mundo.
Quien encuentre a Dios encarnado en Jesús siente la injusticia, la impotencia y la autodestrucción de la humanidad con más fuerza. Es por eso que es tan importante escuchar a Jesús sentir que finalmente escuchamos a alguien que nos dice la verdad, alguien que sabe por qué y qué debemos vivir.
La fidelidad a la tierra no debe alejarnos del misterio de Dios. La fidelidad a Dios no nos aleja de la lucha por una tierra más justa, unida y fraterna. La misión educativa en Asunción es una parte transformadora de un contexto: escuchar las necesidades y preocupaciones de los jóvenes, las familias y los pueblos a la luz de la fe.
¿Qué transformación estamos buscando? Una transformación progresiva, personal e integral, un proceso que nunca termina. Que cada uno sea lo que es en el corazón de Dios “con lo más grande posible”. Este proceso de transformación, que llega al interior de la persona y la comunidad, los lleva a participar activamente en la transformación de la sociedad. Su fuente y su propósito es “la extensión del reino de Dios en sí mismo y en los demás” (Santa María Eugenia).
Hermana Lucía del Carlo