Reconocer y acoger el don de Dios con amor y gratitud

La Palabra de Dios en este vigésimo octavo domingo del tiempo ordinario nos enseña, a través de ejemplos concretos, que Dios tiene un plan de salvación para todas las personas.
Por lo tanto, es necesario agradecer a este Dios en todas las situaciones de nuestra vida. Como el leproso Sirio Naamán que, al verse curado, no duda en volver a agradecer al profeta Eliseo.

En la segunda lectura, Pablo se convierte en portador de este ejemplo de gratitud, mostrándonos que Jesús permanece fiel a todos, incluso frente a nuestra infidelidad a su amor; sólo acogiendo y experimentando su amor podremos buscar la vida nueva que Cristo nos ofrece.

En el Evangelio vemos al grupo de leprosos que buscan a Jesús e a través de este encuentro descubren el amor y la misericordia de Dios. Los leprosos aquí nos representan a nosotros, envueltos en la gran compasión de nuestro Dios, y sin embargo muchas veces nos olvidamos de mirar hacia atrás y agradecerle por todas las maravillas recibidas.

La primera lectura (2 Reyes 5,14-17) de nuestra liturgia de este domingo, se sitúa en el contexto del Reino del Norte (Israel), en el período del reinado de Joram (853-842 a.C.) En la preocupación por mantener un reino fuerte y estable Joram mantiene estrechas relaciones con personas de otras naciones, lo que trae a Israel una infinidad de adoración a otros dioses, permitiendo que el dios Baal asuma el lugar de Dios en los corazones y vidas de muchos israelitas.


Es en este contexto que, en la lectura de hoy, tenemos al profeta Eliseo como quien asume el rol de defensor de la fe en el verdadero Dios, mostrándose a través de la curación del general sirio Naamán (considerado uno de los héroes de Siria) lo que era capaz de hacer el que permanecía fiel a su fe.


Eliseo también nos muestra que la gracia de Dios trasciende el grupo de los israelitas, pudiendo llegar a otros pueblos. También nos muestra que Yahvé es el Señor que da vida, que sólo él puede librarnos de las garras de la muerte; Es necesario que su pueblo (Israel) recorra el mismo camino seguido por el general sirio y reconozca que solo DIOS puede hacer grandes maravillas en medio de ellos.


Otro factor importante que se encuentra en este evento y que debe llamar la atención de los israelíes es el hecho de que la sanación no puede ser sólo externa, debe transformar radicalmente la vida de quienes son afectados por ella. Naamán no sólo fue curado de las heridas de la lepra, en él vemos un verdadero y profundo cambio, hasta el punto de dejar a sus ídolos para ir a servir al verdadero Dios. Como nos dice el versículo 15, “No hay Dios en toda la tierra sino el de Israel”.


Otro factor importante en esta perícope es la percepción de que la salvación no es un producto exclusivo, concedido a un pequeño grupo de privilegiados. Naamán no es israelita, es enemigo del pueblo de Dios y, sin embargo, es acogido por el amor divino, que lo transforma.
También en este texto se debe prestar especial atención a la gratitud de Naamán. Libre de lepra, sin que nadie se lo cobre, vuelve a dar gracias, Dios no espera otra respuesta del ser humano que la gratitud.


La Carta a la comunidad de Timoteo (2 Tim 2.813), escrita por un autor desconocido que se identifica con el apóstol Pablo, nos sitúa en el contexto de finales del siglo I, donde el entusiasmo de los primeros grupos ya no era el mismo, por eso, en la persona de Timoteo, todos los cristianos están llamados a conservar la fe recibida de Jesús sin contaminarse con falsas herejías.

El autor de la Carta nos presenta el ejemplo de Cristo que, para alcanzar la gloria de la Resurrección, tuvo que pasar por la cruz. Camino seguido por Pablo, siendo este el motivo de su detención. Pero no se angustia, todo lo soporta por amor a los elegidos de Cristo, pidiéndoles, con su ejemplo, que transformen el mundo llevando la buena noticia a todos los hombres.

Vemos en los versículos 11-13: el cristiano está llamado a identificarse con Cristo en la entrega de la vida y en el servicio a los hermanos. Todo esto será recompensado con la resurrección, vida nueva ofrecida por Cristo.


En el Evangelio de Lucas (17, 11-19) podemos aprender que el camino espiritual, por donde los discípulos van interiorizando las enseñanzas del maestro, tiene lugar en el camino de regreso a Jerusalén. Aquí es donde aparecen los 10 leprosos. (marginados en ese momento) y por lo tanto, en la visión actual, castigados por Dios; no podían entrar a las ciudades para no contaminar a la gente que allí estaba; caminaron juntos mostrando a todos la señal de su impureza física y religiosa. De ahí la necesidad de comparecer ante el sacerdote después de la curación.

El texto de hoy nos muestra que Dios tiene una propuesta de vida y salvación para todos, en él Jesús ve a los 10 leprosos y ordena: “Id y mostrar-vos a los sacerdotes” (v.14). ¿Por qué 10 leprosos? El número 10 representaba a la totalidad de la comunidad, en las comunidades judías, la oración solo se podía realizar si al menos 10 hombres estaban presentes. En el grupo tenemos la presencia de un samaritano que ocupa el lugar central de nuestra historia, su presencia en este grupo nos da la certeza de que la salvación ofrecida por Jesús no está destinada sólo a la comunidad del pueblo elegido por Dios, los judíos.

Es precisamente este, el samaritano, que no estaba entre los que se consideraban salvos, el que vuelve a dar gracias. Éste, al no estar sujeto a las reglas legalistas de la tradición, logra reconocer en Jesús los signos de la curación ofrecida. Así, quien recibe el don de Dios debe dar siempre gracias. En reconocimiento, logra escuchar a Jesús: “¡Levántate y anda! ¡Tu fe te ha salvado!” (v.19).

La liturgia de este domingo nos invita, por tanto, a reflexionar que es necesario tomar conciencia que recibimos la vida plena de Dios. Este es un dato importante, especialmente en un momento histórico en el que constantemente nos sentimos atraídos por adorar dioses falsos (dinero, éxito, poder, moda, comodidad). Nos invita también a la reflexión porque para esta propuesta de salvación todos están invitados, el Dios de la vida ofrece su salvación a todos sin excepción.

También necesito estar seguro de que todo lo que tengo es un regalo de Dios, por eso necesito dar gracias, como aquel samaritano leproso que al darse cuenta de que estaba curado, no dudó y volvió a los pies de Jesús para darle gracias.

Para eso es necesario identificarse con Cristo, tener las mismas prácticas y actitudes que tuvo Jesús al caminar por este mundo. Constantemente somos llevados a reflexionar que: una vida gastada en dar a favor de aquellos que más lo necesitan es una vida fallida; Jesús nos muestra que no es así y nos enseña que la entrega total en la construcción del reino es precisamente lo que da sentido a la existencia.

En ese momento, la lepra fue el obstáculo y quitó la posibilidad de que las personas vivieran con dignidad, generando marginalidad, exclusión e injusticia. Y hoy, ¿cuáles son los obstáculos que encontramos en nuestra sociedad que producen los mismos resultados en la vida de las personas?
Como discípulos del Maestro Jesús, debemos luchar constantemente para sacar la lepra de la periferia de nuestras comunidades, de los cientos de personas excluidas por el hambre, el desempleo, las drogas y tantas otras lepras que nos desfiguran. 

Como nuestra fundadora, Santa María Eugenia, qué propuestas tenemos para lograr un mundo más humano, donde todos puedan participar de la inclusión, sentarse a la mesa y experimentar eso que llamamos el Reino de Dios.



Ricardo Sebold Coís
Profesor del Colégio Assunção – São Paulo.

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