“Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las fuerzas del Infierno no podrán vencerla”

En este XXI Domingo del Tiempo Ordinario, el tema central de la liturgia se refiere a la identidad de Jesucristo y el surgimiento de la Iglesia.

El Evangelio nos muestra a Jesús interrogando a los discípulos sobre su identidad, es decir, quería saber qué significado tenía en la vida de los discípulos. Por la fe de Pedro, Jesús lo designa como fundamento de la Iglesia, dándole el poder de las llaves; por eso, Pedro dirigió la comunidad de los adheridos a Jesús, acogiéndolos e interpretando las enseñanzas del Maestro al pueblo.

El texto del profeta Isaías también hace referencia al “poder de las llaves” y nos explica que quienes tienen esta responsabilidad deben utilizarla para el bien común y no para beneficio propio.
En la Carta a los Romanos, Pablo contempla la Sabiduría de Dios, que a menudo actúa de forma misteriosa; sólo a través de la fe podemos entregarnos a Dios y sus planes.

Comencemos explorando el texto de Mateo (Mt 16, 13-20) ya que nos trae el tema central de la liturgia de este domingo. El evangelista nos cuenta que Jesús, al darse cuenta de la dificultad de continuar con su ministerio debido a la persecución que padecía y la incredulidad del pueblo en sus enseñanzas, decide desafiar al grupo de discípulos, interrogándolos sobre su identidad. Para el pueblo en general, Jesús era visto como un hombre bueno, justo y bondadoso; pero para Pedro, perteneciente al grupo de los discípulos, era considerado el Mesías (el que salva) y, sobre todo, el Hijo de Dios. La sólida fe manifestada por Pedro hace que Jesús lo proclame líder de la comunidad cristiana, originando así la Iglesia. De esta manera Mateo está afirmando que la base firme sobre la que Jesús construye su Iglesia es la fe de Pedro y la comunidad de discípulos que profesan a Jesús como el Mesías, Hijo del Dios vivo, la fe en Jesucristo. ¿Qué papel juega Él en nuestras vidas? ¿Intentamos profundizar en sus enseñanzas o simplemente nos quedamos con el recuerdo de lo aprendido en el catecismo infantil? Aún conociendo la propuesta de Jesús, ¿vivimos según ella?

Todavía en el texto de Mateo tenemos la entrega de las “llaves del Reino de los Cielos” a Pedro y, aún así, el poder de “atar y desatar”. Cabe mencionar que Pedro, además de liderar la comunidad adherida a Jesús, tendría la misión de descifrar los mensajes de Jesús al pueblo, es decir, interpretar la Ley con autoridad. Por tanto, debe dictar las normas que guiarán a la comunidad y la conducirán desde los preceptos enseñados por Jesús. Y esto es parte de la construcción del Reino de Dios, una tarea defendida por Pedro y que debemos abrazar todos nosotros.

El significado del “poder de las llaves” equivale al tema de “nombrar administrador del palacio” relatado por el profeta Isaías en la primera lectura (Is 22, 19-23). El episodio habría tenido lugar en la corte del rey Ezequías, quien destituyó a su antiguo administrador por desviarse de su papel de protector del palacio: desperdició dinero en futilidades y, orgulloso, construyó un mausoleo en su honor. Otra persona es designada como administrador, recibiendo así las “llaves del palacio”. Quien posee las llaves gestiona los bienes del soberano, se encarga de abrir y cerrar las puertas del palacio y controla la entrada y salida de los visitantes. Isaías tiene una gran esperanza en Eliaquim, el nuevo administrador: “Será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá”. ¿Que significa eso? Significa que la tarea de cuidar el palacio confiere autoridad y poder a quienes la desempeñan; sin embargo, es un trabajo que debe realizarse con responsabilidad y con el cariño de un padre que busca el bien de todos sus hijos.

En esa medida, se nos insta a reflexionar sobre el sentido de poder y autoridad de los líderes dentro de la comunidad cristiana y en los diferentes grupos sociales de nuestra sociedad. Ejercer el poder y la autoridad presupone firmeza en las actitudes; también debería significar buscar el bien común mediante el ejercicio del respeto, la comprensión y la tolerancia. Quien “posee el poder de las llaves” debe guiarse por el amor y el cuidado que un padre brinda a sus hijos. Ésta fue siempre la actitud de Jesús ante sus discípulos y el pueblo en general, líder firme y maestro amoroso, incluso pronunciando las verdades más contundentes a sus interlocutores.

Debemos reflejarnos en esta manera de ser y actuar cuando desempeñamos los más diferentes roles en nuestra realidad diaria; en situaciones en las que ostentamos algún tipo de poder, este debe ejercerse de manera que todos puedan beneficiarse, sin ser nunca una forma de opresión para nuestros semejantes. Siempre debemos preguntarnos: ¿cómo estamos “gestionando nuestros palacios”?

En la segunda lectura (Rm 11, 33-36), Pablo expresa su reconocimiento y admiración ante la Sabiduría y Riqueza de Dios. Nos dice que los designios de Dios son misteriosos, constituyendo una verdad inaccesible a la comprensión del ser humano, ante esto debemos tomar humildemente conciencia de nuestras limitaciones e incompletitud y abrirnos al conocimiento de Dios a través de una actitud de fe en Jesucristo, que es Dios y Salvador. Siguiendo el ejemplo de Pedro, quien manifestó una fe sólida en Jesús después de haber pasado por muchas pruebas, tenemos un largo camino por recorrer para comprender las manifestaciones de Dios en nuestras vidas, ya que la lógica divina es radicalmente diferente a la lógica humana. .

Pero nuestro estímulo es estar seguros de que podemos contar con la ayuda de Dios en nuestro camino, porque Él quiere nuestro crecimiento y realización como seres humanos en la búsqueda de la vida eterna.

Sandra Yazaki
Asunción Juntos Sao Paulo

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