REINO DE DIOS… MISIÓN DE TODOS … ¡SIEMBRA SIEMPRE!
Jesús nos fortalece ayudándonos a identificar las pequeñas manifestaciones del Reino entre nosotros. En las lecturas notaremos cómo el Reino de Dios crece misteriosamente por todas partes. Las parábolas nos hacen pensar en sacar conclusiones útiles para nuestro crecimiento personal y comunitario. También ayudan a tener una conciencia creciente de que cada uno de nosotros es responsable de sembrar el reino en nuestra existencia diaria, sin preocupaciones o inquietudes presentes o futuras.
Vemos en la primera lectura (Ezequiel 17, 22-24) mucha preocupación de Ezequiel por el exilio que vivía el pueblo y también porque estaban desacreditando la Alianza hecha. Entonces recuerda las palabras de Dios: “Así dice el Señor Dios: ‘Yo mismo tomaré una rama de lo alto del cedro, de lo más alto de sus ramas arrancaré un brote y lo plantaré en una montaña alta y alta’ ‘. ” Por su exuberancia, el cedro era símbolo de grandeza, nobleza, fortaleza, permanencia y, sobre todo, de incorruptibilidad entre los israelitas. Ezequiel, a través de esta alegoría, anuncia la esperanza de restauración y continuidad de las promesas de Dios.
En la segunda lectura (2 Corintios 5: 6-10) Pablo dice “Sabemos que vivir en el cuerpo es estar desterrados, lejos del Señor; Por eso nos viene incluso el deseo de salir de este cuerpo para ir a vivir con el Señor.”. Lo que realmente cuenta, lo vital, es agradar a Dios por nuestras vidas, nuestra fe convertida en práctica todos los días de nuestra vida. El mensaje del evangelio (Marcos 4: 26-24) nos llega a través de parábolas. Esta palabra proviene del griego (paravolí = παραβολή) y significa: algo que forma parte y se toma de la vida cotidiana, de la realidad cotidiana; algo que te haga reflexionar, pensar. Y Jesús usa este idioma para hablar, enseñar, haciéndolo fácil de entender.
La comunidad de Marcos, después de muchos años, recuerda estas parábolas para encontrar la fuerza para seguir teniendo esperanza y continuar el proyecto de Dios, ya que atravesaba momentos difíciles en el camino.
El Evangelio habla de la realidad del reino de Dios y lo compara con una semilla. La primera es una realidad externa y la otra muestra una realidad interna. El primero se planta, se desarrolla por sí solo y quien lo planta no ve el crecimiento. El segundo, a diferencia del primero, tiene un nombre, es una diminuta semilla de mostaza. Estas semillas se comparan con el reino de Dios.
Cuando pensamos en el reino de Dios, algo grande nos viene a la mente y la semilla de mostaza es algo muy pequeño. ¿Puede una cosa tener que ver con la otra? Al principio nada, pero al mismo tiempo todo. Jesús usa esta comparación para alertar a sus discípulos sobre la importancia de la humildad en el reino de Dios. Algunos de ellos soñaban con poder y fuerza para salir de un contexto de dominación ejercido por los romanos y el judaísmo oficial. Esta forma de construir el reino no tenía nada que ver con el reino de Dios pensado por Jesús, un proyecto totalmente diferente.
Para el Maestro Jesús, sembrar es misión y obligación de todos. No esperes resultados… Pero sembrar en la humildad, en lo escondido de la vida, es un trabajo continuo y discreto. “Pon la semilla en la tierra, no será en vano”… dice una conocida canción. Sí, los frutos vendrán. Somos sembradores del Evangelio, un desafío para el momento actual de crisis y no sabemos cómo actuar. Es necesario seguir colaborando con nuestra vida en la extensión del reino de Dios, es decir, seguir sembrando, buscando nuevos caminos, porque solo la fuerza de Jesús puede regenerar la fe en la sociedad descristianizada de nuestros días.
¿Qué podría colaborar en este empeño? Los gestos de gratuidad es algo muy concreto que construye el Reino de Dios como una semilla de mostaza. Trata al otro con humanidad, como te gustaría que te trataran a ti mismo. ¿Alguna vez ha intentado ser voluntario para algo? Acercándose a las personas solitarias, que sufren; servir lo es todo en este momento crucial en el que vivimos, donde la competencia y el individualismo prevalecen en muchas realidades.
Es en pequeñas acciones, en pequeños gestos o en cosas insignificantes a los ojos humanos que se produce el Reino de Dios. Sabemos que el Reino comenzará desde los pequeños, desde los que no son importantes para los grandes.
Y crezca la confianza y la esperanza en Dios. A pesar de las epidemias, los excesos, la devaluación de la vida, las fuerzas del mal presentes, nuestro Dios tiene la victoria. Aquel que nos protege y sostiene, nutre nuestra fe y esperanza. No olvidemos nunca: Dios camina con cada uno de nosotros. Es la fe lo que anima, anima y nutre nuestra esperanza de ser semillas que den fruto y nutran a otros.
La Palabra es la semilla que se siembra diariamente en nuestro corazón, en nuestra vida. De ahí la importancia de alimentarse de la Palabra todos los días, y de ponerla en práctica, los frutos son ciertos.
El Reino es Dios ya está presente en la historia humana, en la vida de las personas. Si tienes un trabajo digno, una familia, un techo sobre tu cabeza, amigos y tantas otras cosas, puedes estar seguro de que ya estás viviendo, aquí en este mundo, el reino de Dios. Pero no solo pienses en ti, colabora para que esta realidad también esté presente en la vida de tu hermano, hermana.
Concluyendo con Santa María Eugenia: “Seamos jóvenes o no, tratemos, por tanto, en un abandono ilimitado, de tender hacia un deseo ardiente de extensión del reino de Jesucristo, de dedicarnos a él con toda nuestra capacidad., siguiendo el ejemplo de los apóstoles. ¿Qué estaba haciendo Jesucristo resucitado? Formó su Iglesia… preparó a sus apóstoles para difundir la verdad, para pertenecerle sin reservas, para llevarla a todas partes del mundo… Tratemos de expresar en nosotros mismos la vida de Jesucristo. Tratemos de recibir de él lo que debemos dar a los demás. Esforcémonos por construir, cada uno según sus escasos medios, para extender su reino… para que den los frutos que Dios espera (2 de mayo de 1884) ”.
Construir el reino es un compromiso de todos, ¿aceptas ser parte de esta gran misión?
Irmã Maristela Correia Costa RA