“CONFÍO EN TI”

Hoy la liturgia nos hace reflexionar sobre la iglesia y la confianza que depositamos en Dios. En la primera lectura vemos la construcción de una iglesia de servicio, el salmo nos habla de la entrega a Dios, la segunda lectura retoma la idea de formar una iglesia, mientras que el Evangelio vuelve a la entrega y la confianza, mostrándonos a Jesús como el único camino para llegar a ser llegar al Padre.

En el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (6, 1-7), que vimos en la primera lectura, hay malestar entre los fieles; los de origen griego se sienten pasados por alto en relación con los de origen hebreo y, juntos, buscan la intervención de los apóstoles para resolver la disputa. Se ve claramente que había una jerarquía implícita, que la gente entendía que los apóstoles eran los poseedores del conocimiento de Jesús y, por tanto, más capaces de resolver conflictos. Por otro lado, los apóstoles no se colocan en una posición de superioridad y llaman a hombres de buena reputación para que los ayuden en su servicio. Ellos fueron los primeros diáconos.

El Salmo (32) clama que “la gracia de Dios venga sobre nosotros, mientras confiamos en ti”. Así como en el Padre Nuestro pedimos perdón en la medida en que perdonamos a quienes nos han ofendido, este salmo pone una condición a la gracia de Dios y la condición es la medida de nuestra confianza. Por tanto, para obtener más gracias, debemos confiar más.

En la segunda lectura (1Pt 2, 4-9), San Pedro escribe a las comunidades rurales de Asia, muy vulnerables a la hostilidad del mundo y a las persecuciones que sufrieron los primeros cristianos a finales del siglo I. La carta es una invitación a la esperanza, recordando el anuncio del profeta Isaías de que Dios pondría una piedra en Sión sobre la que edificar su Iglesia, con la imagen de que Cristo, el Mesías, es esa piedra. Si bien en el antiguo templo se ofrecían sacrificios de animales, ahora que Jesús es la piedra angular del templo, los sacrificios son espirituales, es decir, ofrecemos una vida santa, viviendo en total entrega a Dios.

En el pasaje del Evangelio de Juan (14, 1-12) que leemos hoy, Jesús viene a calmarnos, diciéndonos “No se turbe vuestro corazón. Si creéis en Dios, creed también en Mí” y continúa con una catequesis sobre el camino para llegar al Padre. El camino que Él nos indica es seguir sus huellas, viviendo en una dinámica divina, estableciendo con las personas una relación de perfecta familiaridad y comunión. Primero viene la fe y de ella deriva la quietud del corazón.

Jesús nos asegura que hay muchas moradas en la casa del Padre, es decir, todos podemos llegar, todos podemos llegar a la santidad, pero necesitamos seguir el camino que Él nos enseñó, el camino de la confianza. ¿Nos estamos rindiendo y confiando tanto como podemos?

Es natural que el ser humano pida, confíe, reciba y dé gracias, siempre en ese orden, pero si nos fijamos bien, la liturgia de hoy sugiere una inversión, anteponiendo la confianza a todo lo demás. El salmo ya nos apunta en esta dirección, mostrando que no basta con pedir la gracia de Dios, sino que debe equilibrarse con la medida de nuestra confianza en Él. Cuanto más confiemos en el Señor, más Él nos colmará de bendiciones. En otras palabras, Jesús dice lo mismo cuando dice para que no nos angustiemos pensando en lo que vendrá, para que no turbemos nuestro corazón, solo creamos, solo confiemos en Dios.

Creer, confiar y entregarse por completo son opciones. La fe es una elección constante. Necesitamos elegir a Dios en nuestro caminar diario. Debemos imitar a Jesús en sus gestos de amor y bondad en todo momento. Hay varias oportunidades que tenemos cada día para actuar como Jesús. Elegimos a Jesús cuando sonreímos al dar los buenos días, cuando cuidamos de otras personas, sean familiares o no, cuando abrazamos a los que percibimos en necesidad, cuando decimos una oración por los que no podemos abrazar, cuando hacemos lecturas edificantes, cuando cuidamos plantas y animales, cuando cocinamos o servimos con amor, cuando no reaccionamos ante un insulto, en fin, hay innumerables ejemplos.

Para ser realmente Iglesia de Cristo, necesitamos mucho más que hacer de la Misa el momento culminante de nuestro domingo y recitar una oración antes de dormir, necesitamos vivir en perfecta comunión con los hermanos, poniéndonos al servicio de Dios, como los primeros diáconos. Necesitamos confiar tanto en Dios que sirvamos como una forma de agradecimiento por las gracias que sabemos que vendrán. Como decía Santa María Eugenia de Jesús, “Toda acción hecha con amor al prójimo es una participación en la vida de Dios”. Necesitamos confiar y estar agradecidos por lo que recibiremos. Sólo te agradecemos de antemano cuando estamos seguros de que la gracia vendrá, así que sigamos la propuesta de inversión que trae la liturgia de hoy, desde ahora los invito a confiar, agradecer, pedir y recibir y observemos las gracias aumentar en nuestras vidas, a medida que crece nuestra confianza.


Ana Carolina Paiva Angelo
São Paulo Brasil

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