No sé si vives cerca del mar o tierra adentro. Pero quizás ya hayas oído hablar del Proyecto TAMAR, para la protección de las tortugas marinas. A lo largo de nuestra costa, existen varios puestos de este Proyecto, que trabaja para evitar la extinción de estos animales poco conocidos. Los empleados del proyecto desarrollan una acción educativa con la población que vive cerca de las playas donde atracan las tortugas marinas para desovar. (El Proyecto TAMAR es un proyecto de conservación brasileño que trabaja para preservar las tortugas marinas en peligro de extinción.)

Es parte de esta acción invitar a los vecinos a presenciar el nacimiento de las tortuguitas. Los niños suelen disfrutar de la “fiesta”, viendo a cientos de estos animales romper sus huevos, huir, cruzar la playa y sumergirse en las olas para desaparecer en el océano, que es su “hábitat”. En un video que mostraba uno de estos hechos, una niña de unos seis o siete años expresó el sentir de alguien que estaba viendo esa escena. Ella aplaudió y dijo toda emocionada: “¡Ellas nacen listos!” … Sí, las tortuguitas nacen listas: ya saben caminar, ya saben correr, ya saben ir hacia el mar, ya saben bucear y nadar, ya saben buscar su propio alimento… Ya saben lo que tienen que hacer para vivir…

Nosotros, humanos, somos diferentes… Quién no se emociona al ver a un recién nacido, tan pequeño, tan frágil, tan dependiente para todo, tan desprevenido para afrontar la gran aventura de la vida…” Nosotros no nascimos “listos” para la vida. Al nacer, tenemos mucho que aprender…

Y si tenemos que aprender, necesitamos que alguien nos enseñe. ¿Cuáles son nuestros recuerdos de aprendizaje? ¿Qué recuerdos guardamos de aquellos que nos enseñaron a vivir?…

En el mes de octubre, en el Brasil, hay un día especial para honrar a los maestros. Sí, los profesores son algunas de las personas que nos enseñaron algo. Ciertamente, en nuestra memoria surgieron algunos nombres de maestros que, por alguna razón, se destacan en nuestras vidas: ya sea por su sabiduría y competencia, o por su simpatía, o incluso por su comprensión y paciencia ante nuestras dificultades. Cualquiera que sea la razón de este destaque, ciertamente una cosa es común a todos ellos: es que estas personas fueron más allá de simplemente enseñarnos un tema, nos dieron un ejemplo de vida, mostrándonos lo que es ser una persona humana que merece para ser honrado y recordado. Nos dieron una lección de vida. Y por eso eran educadores.

La educación, por tanto, es algo mucho más amplio que la enseñanza. La escuela debe educar a sus alumnos, porque “la escuela no es un lugar donde sólo se transmiten conocimientos formales de las áreas humanas, exactas y biológicas. La educación va más allá de eso. Las instituciones educativas tienen como objetivo la formación integral de los alumnos, ciudadanos para el mundo” (Tiago Aparecido Rodrigues, “Proyecto de vida a la luz de la pedagogía del Mestre Jesús” en Revista EDUCANEL, junio/julio 2022, pág. 50).

Educar es, por lo tanto, sacar a la luz lo que la persona tiene en sí misma como capacidad, posibilidad, intención de llegar a ser una persona plenamente humana. Y ser plenamente humano es ser imagen y semejanza de Dios, porque así fuimos creados… Educar a alguien es un largo camino porque, a diferencia de las tortuguitas, no nacemos “prontos”…

Nuestros primeros educadores –y yo diría “nuestros educadores permanentes”– son nuestros propios padres. La familia es, o debería ser, el ámbito educativo por excelencia. Es allí donde se aprenden y se viven los valores del amor, la verdad, el respeto, la libertad, la franqueza, la rectitud, la solidaridad y tantos más. Estos son los valores de la vida que nos “humanizan”, que nos hacen seres humanos íntegros.

Santa María Eugenia vio en la educación el campo de trabajo para que nuestro mundo fuera mejor. Ella vio la educación como una misión, como una fuerza transformadora en la sociedad, como lo que Dios le pedía a ella y a la congregación que fundaría.

Educar a alguien lleva tiempo… Es necesario acompañar a la persona en las diferentes etapas que atraviesa su vida: niñez, adolescencia, juventud… Es un trabajo de paciencia y mucho amor… Educar es un trabajo de profundidad: es crear convicciones, es forjar carácter. “La educación en Asunción, decía Santa Mara Eugenia, está orientada a dar convicciones, a profundizar las raíces que, tarde o temprano, darán fruto” (Santa María Eugenia, carta nº9808, año 1880).

Una vez, las hermanas de la comunidad de Burdeos se quejaron a Santa María Eugenia de que las alumnas allí eran superficiales, mucho “mariposavam”, es decir, eran inconstantes, no se tomaban en serio lo que debían hacer. La respuesta de María Eugenia es algo que nos puede inspirar hasta el día de hoy. Ella dijo lo siguiente: “Si las alumnas de Bordeaux son como mariposas, no cortes sus alas, solo dirige su vuelo”. Es decir, no se educa con normas rígidas, con prohibiciones y mucho menos con castigos. Nos educamos a través del diálogo, mostrando un rumbo que dar a la vida, formando firmeza y constancia en las acciones, así como la responsabilidad de nuestras propias posiciones, y dejando libre la creatividad…

Los padres y los maestros, todos los educadores, pueden aprender mucho de María Eugênia. Sí, porque en la vida estamos continuamente aprendiendo, tengamos la edad que tengamos…
Sabéis que no todas las Hermanas de la Asunción trabajan en las escuelas. Ya sea por formación profesional, o por misión donde estemos, muchos de nosotros desarrollamos otro tipo de actividad. Pero sea cual sea nuestro campo de acción, siempre damos una dimensión educativa a lo que hacemos. Sí, porque educar es humanizar. Se trata de ayudar a las personas a descubrir y desarrollar sus propias capacidades; es apoyarlos en su búsqueda por dar sentido a sus vidas, haciéndolos capaces de hacer el bien; es apoyarlos en el esfuerzo por desarrollar sus propios valores; es convertirlos en constructores de un mundo mejor.

En la frase que muchos conocemos, Santa María Eugenia dice que “es una locura no ser lo que eres con la máxima plenitud posible”. Ayudar a las personas a alcanzar esa “máxima plenitud posible” es obra de la educación.

Reunidos en Congreso, Hermanas y laicos educadores expusimos líneas de acción educativa basadas en el pensamiento de Santa María Eugenia que inspiran nuestra acción. Entre muchos otros, aquí hay algunos:

Trabajando para que todo ser humano se convierta en ciudadano del mundo:
• Educar para el respeto y el diálogo, para la aceptación de la diversidad de pueblos y culturas;
• Educar para la dimensión comunitaria y dar prioridad al bien común;
• Hacer efectivo el derecho de toda persona humana a la vida, a los bienes terrenales y a la educación, a la información, a la comunicación, a la libertad religiosa y a la expresión de su fe.

Trabajar para que cada ser humano sea ciudadano de su pueblo:
• Formar y desarrollar su identidad cultural y personal;
• Aprender a conocer y transmitir los valores de su cultura;
• Aprender a manejar las diferencias para vivir juntos”. (cf. Educación en Asunción – Texto de referencia – Congreso Internacional de Educación – junio 1998).

Que estas líneas de acción sean inspiradoras para todos los educadores, padres y madres de familia, docentes o personas que tratan con otras personas. Educar es necesario, porque no somos como las tortuguitas… No nacemos “listos”…


Hermana  Regina Maria Cavalcanti – Religiosas da Assunção

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