“QUE SE AMEN UNOS A OTROS, COMO YO LOS HE AMO”
El Sexto Domingo de Pascua trae varias enseñanzas de catequesis llevadas a cabo en las comunidades cristianas por Juan, el discípulo amado. Resume el último encuentro fraterno de Jesús con sus discípulos. Jesús va más allá del Antiguo Testamento que tenía el criterio: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv. 18,19). Ahora es algo nuevo; “Que se amen unos a otros, como yo los he amo“. Este contexto lo encontramos en la celebración del Jueves Santo. Jesús es fiel al amor del Padre, observa los mandamientos recibidos del Padre. Recibimos esta herencia y estamos llamados a llevar este legado a nuestras comunidades como testigos del Resucitado. Jesús, que nos contagia y nos renueva en la experiencia fraterna, también nos llena de alegría: “Para que vuestra alegría sea completa”. No basta con creer en la resurrección de Jesús, es necesario tener la práctica del amor. San Agustín dijo: “El buen Maestro nos recomienda siempre el amor como único mandamiento posible. Sin amor, todas las demás buenas cualidades son inútiles. El amor, en efecto, conduce necesariamente la persona a todas las demás virtudes que la hacen buena”.
San Pablo llama a sus discípulos para la practicar de la caridad “con todos” (1 Ts.3,12). João, pidió que los hermanos sean bien recibidos, “aunque sean extraños”. (Jo.3,5). Aquí tenemos un contexto que ilumina la parábola del buen samaritano: el amor no importa si el herido viene de aquí o de otro lugar. “El amor rompe barreras y cadenas, construye puentes y comunidades donde te sientes como en casa”. “La caridad es la gracia de Dios que nos lleva a un mismo pensamiento, para unirnos a Él y a nuestros hermanos y hermanas” (Santa María Eugenia).
El Papa Francisco nos advierte sobre la caridad social: “La caridad social nos lleva a amar el bien común y a buscar eficazmente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une”. (Fratelli Tutti, nº182). Esta dimensión ayuda a descubrir la forma de ser cristiano. Estamos a un paso más cerca de celebrar la Fiesta de la Ascensión del Señor, caminando ya hacia la gran Fiesta del nacimiento de las Comunidades en Pentecostés. La Fiesta de Pentecostés concluirá el Tiempo de Pascua que comenzó con el Domingo de Resurrección.
Hoy, en Brasil, celebramos el Día de las Madres. Varias madres, en este día, recuerdan a su hijo que tuvo su Pascua a consecuencia del COVID-19. Para paliar este dolor, dejo aquí una poesía de Mario Quintana:
“Mãe.
São três letras apenas
As desse nome bendito.
Também o céu tem três letras
E nelas cabe o infinito.
Para louvar a nossa mãe
Todo o bem que se disser
Nunca há de ser tão grande
Como o bem que ela nos quer
Palavra tão pequenina/
Bem sabe os lábios meus
Que és do tamanho do Céu
E apenas menor que Deus! ”.
Gracias, madre, por tu generosidad al compartir tus entrañas conmigo, formándome en el seno de tu vida. Te debo mi existencia. Así fueron, son y serán todas las madres del mundo.
Primera lectura – Hechos 10,25-27.34-35.44-48, presenta a un hombre llamado Cornelio que era parte del pueblo pagano. El pueblo judío no podía mezclarse con los paganos porque se los consideraba impuros. Desde el momento en que la comunidad experimenta a lo Resucitado, estas barreras culturales se rompen. Pedro se da cuenta de que el Espíritu Santo también actúa sobre el pueblo pagano.
El texto de los Hechos (10: 9-23) revela la forma de actuar de Pedro en Jope y en su viaje a Cesárea llevando a unos “hermanos” a la residencia de Cornélio. De esta manera, se produjo la acción conjunta de lo humano y lo divino: es el Espíritu Santo actuando en la vida de las primeras comunidades cristianas. “Iglesia en salida” es el contexto del encuentro de Pedro y Cornelio y fruto de la misión paulina Entre los paganos había personas sinceras y muy espirituales, preparadas por el Evangelio. Jesús dijo: “En verdad os digo que nunca he conocido a nadie en Israel que tenga tanta fe” (Mateo 8: 10b).
La catequesis de Pedro asegura que nada es impuro para Dios. Cornelio y los catequistas están atentos a las palabras de Pedro: “En verdad reconozco que Dios no distingue entre personas, en ninguna nación, quién lo y teme practica la justicia y le agrada a Él”. (34s). Aquí tenemos el anuncio de salvación ante personas no israelitas, es una predicación misionera. Después de la resurrección de Jesús, el centro de la evangelización es la actividad salvífica de Jesús de Nazaret y la confirmación de su misión a través de las obras.
Segunda lectura – 1 Juan 4.7-10. El tema central del texto es el amor que viene de Dios. Dejarse “empoderar” en la vida de Dios, “ser de Dios” (1 Juan 5,19). Dios es la fuente, la certeza, la mesa del Pan y la Palabra que sustenta, alimenta, crea y recrea el AMOR. Abrir el corazón es un movimiento de compasión y misericordia como el buen samaritano. Hoy más que nunca es necesario estar impregnado de los sentimientos humanitarios que llevan al compromiso de amar, porque fuimos amados primero. Amar es nacer de nuevo, animado por el germen divino que recibimos el día del bautismo. Podemos decir que el cristianismo es la síntesis del amor: “Que se amen unos a otros, como yo los he amo“.
Evangelio – Juan 15.9-17. La liturgia del Sexto domingo de Pascua trae el tema de la unión permanente de los discípulos con Jesús. Se basa en el segundo discurso después de la Cena. En el texto, la palabra “permanecer” se repite tres veces, como un mantra cantado más de una vez, como una forma de salvaguardarlo. El pensamiento y la insistencia de Jesús provienen de su experiencia con el Padre: “… y permanezco en su amor” (10b). Jesús parte de una convivencia amorosa con Dios. Este es el vínculo entre el amor y la obediencia, la unión amorosa de voluntades genera el amor perfecto.
“Que se amen unos a otros como yo los he amado”. El amor entre hermanos y hermanas es necesario, incluso, para que la comunidad pueda afrontar las hostilidades que vienen del exterior. El amor es una forma de dar testimonio de la resurrección de Jesús, vencedor de la muerte. Quien ama asume la forma de ser del amado, se convierte en el amado. El amor es una actividad integral del ser en Jesús de Nazaret, genera comunión y participación. Entonces Jesús puede decir: “permanece en mi amor como yo permanezco en el amor del Padre” (9-10).
En conclusión, tenemos la cita de Santa María Eugenia de Jesús: “Veo algo despojado, simple, un estado en el que no queda nada más que amor. Dejando todas las dificultades por el tierno amor de mi Señor. Es mirando a Jesús que se aprende a amar”. Juan habla en el Evangelio de este domingo sobre el amor humano de Dios. El amor es un termómetro para nosotros; quien es de Dios, cultiva la práctica de “QUE SE AME A LOS DEMÁS COMO YO TE AMO”. El verdadero amor se revela por la solidaridad y la complicidad entre las personas. El dolor del otro es también el dolor del que ama. Sólo quien conoce a Dios lleva consigo el compromiso de vivir la caridad.
Con la pandemia, no faltan las oportunidades para amar, especialmente a los más vulnerables. El momento es ahora, es necesario mantener los sentidos activados, para entender de dónde vienen las necesidades, como Éxodo 3,7-8: “Veo muy bien la aflicción de mi pueblo que está en Egipto. Escuché su clamor”… Dios se coloca ante el dolor del pueblo, para decirnos: “Ámense como yo los he amado ”.