“MI CASA ES CASA DE ORACIÓN”
En la liturgia del tercer domingo de Cuaresma, la Palabra de Dios que se nos dirige presenta propuestas de conversión y cambios de comportamiento. Estamos en el momento adecuado para reconocer que necesitamos ser guiados e impulsados por la Palabra que es Jesús, el nuevo templo. Recordemos que vamos en camino hacia la celebración de la Pascua.
En la primera lectura (Ex 20 1-17) Dios revela el proyecto de vida de la humanidad, recuerda el camino del éxodo por el desierto cuando nuestro Dios establece el camino que guiará la nueva forma de vida de los pueblos libres. El centro es la defensa de la vida, en su totalidad, de los pueblos y de la creación.
La imagen del Dios liberador es el desafío de la “Casa Común”, (Laudato Si) donde todos son responsables de la armonía del Universo con toda la creación. La obediencia a las normas propuestas por Dios y su observancia es una condición necesaria de la Alianza establecida entre Dios y el pueblo que él eligió. Las relaciones humanas y justas solo se consolidarán mediante la adhesión a los Derechos de Dios sobre la creación. Los mandamientos que recibimos de Dios tienen como objetivo cuidar a las personas y también a sus pertenencias.
En la segunda lectura, (1Cor. 1, 22-25), el apóstol Pablo abre nuestras mentes y corazones para descubrir que la salvación, la vida plena y la felicidad sin fin no dependen de la autoridad, la riqueza, el sistema capitalista, injusto y opresivo. El texto nos lleva a una profunda reflexión sobre el fundamento de la fe de quienes creen en el Evangelio que es Jesús. Pablo predica que el poder de la sabiduría humana es limitado. Dios se manifiesta en la debilidad y la locura de la cruz para librarnos del pecado.
El Evangelio (Jun. 2, 13-25) es la síntesis de la práctica profética de Jesús: anuncio y denuncia. Jesús va a Jerusalén para la Pascua. Expresa su gran respeto por el templo, lugar de culto, oración, celebración, bendiciones divinas y encuentro con Dios. Hacer del templo un lugar de compras y ventas es despreciar el lugar sagrado. Es quitar de la comunidad el lugar de oración y contemplación. Como Hijo de Dios, Jesús se toma en serio su misión de revelar quién es el Padre y su proyecto para la humanidad. Jesús es celoso de la casa de Dios, por ser el lugar de encuentro con lo sagrado, por ser el lugar donde vive la intimidad con el Padre. “Mi casa es casa de oración”.
Jesús desempeña el papel de profeta cuando se trata de defender las cosas de Dios. Condena la explotación que utiliza la Palabra de la Sagrada Escritura en favor de sus propios intereses. Fue una fiesta litúrgica. Para Jesús, la actividad comercial era incompatible con la función religiosa del templo.
Comerciar es buscar ganancias económicas que apuntan solo a un propósito material y egoísta. No es correcto aprovechar los momentos sagrados para fines materiales.
El texto del evangelio de hoy nos da la certeza de que Jesús es el Mesías de quien tanto esperaba la gente. Jesús confirma la profecía de Zacarías según 14.21 que dice: “No habrá más vendedores de ejércitos en la casa de Yahvé, en ese día”. Los obstáculos que impiden la extensión del Reino de Dios deben ser demolidos.
Como Jesús de Nazaret, y a través del bautismo, estamos llamados y llamados a desempeñar el papel de profetisas y profetas frente a la injusticia y la opresión. Como Jesús, que transforma la ley en compromiso de amor, la Campaña Fraternidad 2021 es una alerta sobre la práctica defensora de un modelo “cristiano” prefabricado y nos invita a convertir nuestro corazón a través de una pedagogía conocida. Es hora de comprender, de corazón, el gesto de Jesús que no deja a nadie fuera de Su Amor.
Jesús va hacia la oveja perdida y la carga sobre sus hombros como una madre que no abandona a su hija o hijo, sobre todo si tiene alguna discapacidad. En este momento de la Campaña de la Fraternidad, tenemos una oportunidad única de descubrir la voluntad de Dios.
Hay una señal de que Dios quiere rehacer el pacto que se rompió, resistiendo y negando la presencia de Dios en el mundo. “Este es el momento propicio” para la conversión, volviendo a lo esencial, un Dios que “vio, oyó, sintió, descendió” (Ex 3,7-8) para liberar a su pueblo de la esclavitud. El verdadero líder mira, escucha, siente compasión, conoce y comparte el dolor de la otra persona. Quien quiera seguir a Jesús, no corre tras de la grandeza y del poder, sino que toma a Jesús de la cruz de donde viene la Luz. La “locura de la cruz” quita las tinieblas del pecado y de la muerte.
Santa María Eugenia, soñaba con un mundo “donde nadie tuviera que sufrir la opresión …” Para ella, “la tierra es un lugar de gloria para Dios”, sigamos sus pasos. Ella nos dejó un legado educativo y una pasión por el Reino de Dios.
Estamos viendo (y viviendo) un mundo en “transformación”, un camino largo y arduo. Esta experiencia nos recuerda que somos un pueblo que sigue la misma trayectoria, que somos frágiles y necesitamos de los mismos cuidados y obediencia. El valor de la casa en la vida familiar está siendo un gran punto culminante, una verdadera experiencia de aprendizaje. También está siendo un momento bendecido de agradecimiento y oportunidades. Cuidemos nuestra casa común, nuestra familia y nuestro corazón, la morada de Dios. Nuestra casa “común”, como dice el querido Papa Francisco, es un espacio de convivencia de fe, oración y esperanza.